Un detective de San Francisco, John 'Scottie' Ferguson, sufre de acrofobia, miedo a las alturas, tras la muerte de su compañero mientras persiguen a un ladrón por los tejados empinados de la ciudad, decide retirarse y volverse detective privado sin buscar ayuda para su miedo irracional. Un ex compañero de escuela le pide vigilar a su esposa, Madeleine, que tiene un extraño comportamiento y teme quiera suicidarse al creerse poseída por su bisabuela, por accidente la conoce, entabla con ella una extraña relación obsesiva y presencia su suicidio desde una torre donde su miedo le impide actuar.
Al paso del tiempo conoce a una mujer, Judy, que es idéntica a Madeleine, la culpa que siente comienza a obsesionarlo en reconstruir a Madeleine en Judy, cambia su cabello, su modo de vestir al punto que lo que cree es demencia al ver a la mujer muerta recreada en Judy le hace reaccionar sobre su deseo mórbido por alguien que está seguro vio morir delante de él.
De Sir Alfred Hitchcock se ha dicho que con decir poco nos dejaba una imagen completa de lo que estamos viendo, que nuestro morbo renace siempre entre las obsesiones y aquello que no podemos o no nos permitimos hacer, la culpa es tal vez la mejor arma que existe para dar a conocer el lado oscuro del ser humano, cuando retoma la novela “De entre los muertos” de Pierre Boileau y Thomas Narcejac rehace la impotencia sexual del protagonista creando un juego de frustración ante el ejercicio de su sexualidad, la relación con Madeleine/Judy tiene todas las características de un caso de necrofilia, empezando por la obsesión de Madeleine por su bisabuela, la torre, las tumbas, la frialdad de Judy y la propia sexualidad de Scottie; se ha obsesionado con tener una relación plenamente sexual con una muerta.
Un secreto que aparece en la trama es el punto que nos quita la idea de que es una novela de detectives, pero al solo conocerlo el público el protagonista nos mete en su historia de sexo mórbido, él se va volviendo loco en apariencia, hasta que Judy, Hitchcock mejor dicho, nos despierta a la realidad de la primera parte de la película cuando ella olvida ser Judy y se convierte en Madeleine para consagrar el amor entre Scottie y su amada muerta.
Considerada por muchos la mejor película de Hitchcock en su etapa hollywoodense, pese a los años, efectos especiales y otras formas de buscar el terror, la atmósfera que nos conduce a presenciar, mentalmente y muy en lo profundo del inconsciente, un acto de necrofilia no explícito es el que estemos ante una obra maestra que, atendiendo a la falta del lenguaje adecuado, nos dice hasta donde están los límites entre el deseo, la obsesión y la búsqueda de liberar al ser humano de sus propias limitaciones.
Vértigo (Vertigo), 1958, James Stewart, Kim Novak; dirección Alfred Hitchcock
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