A un año de la Tragedia de Orlando que causó una ola de indignación a nivel mundial, todavía hay quien se pregunta si existe o no una "necesidad" de realizar otra Marcha del Orgullo LGBT, donde muchas voces piden "recato", "prudencia" y decencia", como si estuviéramos hablando de virtudes, agregando que sería por "seguridad" y "evitar provocar a los fanáticos, extremistas y serios críticos que van a usar lo que se presenta en la marcha para atacarnos y señalar que solo se trata de depravación, sexo, drogas, alcohol y promover la promiscuidad y la prostitución", olvidando que la Marcha no se hace para ellos, ni siquiera para las personas LGBT que piensan lo mismo y viven en represión, el motivo es demostrar que sin importar cómo nos comportamos, vestimos y expresamos de forma libre, pertenecemos a la misma sociedad donde nos deben proteger las mismas leyes, con los mismos nombres y justo como a los demás les pertenece ser protegidos y asumir las responsabilidades, aunque eso a muchos que aún no superan el aula no lo entiendan y prefieran criticar porque lo sienten caer en repetir los patrones de la sociedad.
Pulse fue también un punto de inicio para estar atentos a los discursos de odio que en otros tiempos pasaban por alto, desde funcionarios públicos que fueron cesados y multados por alegrarse de la muerte de esas 49 personas y los más de 50 heridos, en una gran parte mujeres y hombres heterosexuales que estaban de fiesta y no necesariamente población homosexual, hasta los líderes religiosos que daban gracias a su deidad de las muertes, aunque hablan de un Dios compasivo y bueno que ve por todos, de eso ayudó a poner ante la opinión pública los límites de la Libertad de expresión y dónde ya no podían valer los discursos de odio.
El atentado que se autoimputó el EI, donde el perpetrador fue acusado de ser un inmigrante extremista cuando era un hombre nacido en Estados Unidos de padres migrantes, que era un hombre frustrado cuya actitud de haber fallado (como esposo pues se separó) cuya homosexualidad, al no saberla encaminar, lo hizo reprimirla y llevarlo al punto en que estalló ante él. Aunque no lo estamos justificando, si podemos verlo como otra víctima de la falta de información y sensibilización sobre la Diversidad Sexual, que de haberla encontrado en su círculo familiar, escolar y laboral, la historia debió ser otra, no lo sabremos nunca, pero Orlando es una lección de que lo que saca lo peor y lo mejor de nosotros mismos tiene que ver con sentir que no estamos solos y existe un apoyo a aquello que sentimos, incluyendo lo que los hace identificarnos como personas y sobre todo lo que influye en hacernos felices.
Sí aún creen que no hay motivo para marchar, recuerden que entre la mayoría de los que participan, alguien va explicando qué es, qué siente y porqué está ahí, una voz que a alguno de los presentes le dirá que no está solo y tiene algo con qué identificarse antes de caer en la represión y el silencio, nos vemos el 24 de junio.
Continuará...
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